Y. Moulier Boutang, De l'esclavage au salariat - Économie historique du salariat bridé, PUF, París 1998, trad. it. Dalla schiavitù al lavoro salariato, Manifestolibri, Roma 2002, pp. 717, ISBN 88-7285-291-9

Tras una laboriosa tarea de traducción se publica en Italia por la Manifestolibri, el opus magnum de Yann Moulier-Boutang, Dalla schiavitù al lavoro salariato, que reproduce casi íntegramente una tesis doctoral en Ciencias Económicas leída en el Instituto de Estudios Políticos de París y publicada en Francia en 1998. La complejidad del planteamiento científico, la multiplicidad de la estructura teórica y la tesitura de la trama historiográfica no puede, desde luego, ser resumidas en pocas líneas; intentaremos, por tanto, afrontar el texto siguiendo un breve y puntual esquema expositivo.
La historia del trabajo asalariado se expresa a través de una historia mundial constituida por trayectorias específicas: África del Sur, América del Norte, Europa Occidental con las migraciones coloniales y después con las grandes migraciones intra-europeas y trans-mediterráneas, Japón con las migraciones coreanas antiguas y recientes. Esta historia evidencia ya cómo el mercado del trabajo no puede funcionar sin la fijación de la movilidad fuerza-trabajo, pero también la permanencia de un mercado del "trabajo exógeno" respecto al que llega.
La instauración del régimen moderno de la esclavitud en las plantaciones de América desarrolló durante setenta años (1620-1690) la tarea de enjaular la fuerza de trabajo tras haber constatado que los blancos deportados en las colonias no habrían podido sostener por sí solos la demanda de producción. Sería necesario más de un siglo (1792-1907) para la abolición del sistema de la deportación y de la esclavitud de la fuerza de trabajo en los estados coloniales. Moulier-Boutang describe la historia de esta liberación a través de la guerra civil en Estados Unidos, la institución de la República brasileña, la creación y la destrucción de los Estados de los bóreos en Sudáfrica, la revuelta jacobina de Haití. La abolición de la esclavitud es el resultado de la decisión política adoptada por Inglaterra, que pretendía sentar las bases de una economía internacional abierta al libre-intercambio y a la fuerza de trabajo libre. La hegemonía marítima le permitió hacer esta elección, a pesar de toda la economía mundial que funcionaba de otra manera. La pérdida de su colonia más próspera, Estados Unidos, las tormentas revolucionarias que atravesaban toda Europa y, por reflejo, el mundo, condujeron a Inglaterra a operar una revisión profunda de las reglas de los intercambios económicos a nivel internacional. Se afirmaba así, entre 1814 y 1880, el liberalismo económico, comercial, político y por tanto el modelo indiscutido de la modernización y del crecimiento capitalista. La abolición de la trata y después de la de la esclavitud impuesta al mundo entero por Inglaterra constituía el resultado lógico de la instauración del régimen del libre mercado internacional y nacional del trabajo. Moulier-Boutang sostiene que este proceso epocal, económicamente no productivo, dado que un trabajador dependiente cuesta mucho más que un esclavo, fue originariamente impuesto al capital mundial por la misma fuerza de trabajo.
Un momento fundamental para la constitución a nivel mundial de una fuerza de trabajo es, por tanto, el paso entendido en términos marxistas, del capitalismo extensivo al capitalismo intensivo, de la plusvalía absoluta a la plusvalía relativa. El nuevo imperativo era el del crecimiento económico, el de una juridificación del espacio comercial mundial y en poco tiempo habrían llegado también las primeras tímidas garantías constitucionales para el trabajo. Sin embargo, el paso no fue tan directo: Moulier-Boutang describe la sucesiva estratificación de los mercados de trabajo como el del peonaje, pero también del segmentado por el régimen de las migraciones internacionales bajo contrato para la gran parte de los inmigrados extranjeros, y finalmente del mercado protegido por las barreras racionales y discriminatorias contra las poblaciones no blancas (USA, Sudáfrica, Australia). Se trata de tres formas de trabajo dependiente que caracterizan el mercado de trabajo de las zonas más dinámicas de la industrialización durante todo el siglo XX y parte del anterior. La economía mundo está altamente diferenciada y esto se mide sobre todo en la organización de sus mercados de trabajo. La evolución de estos sistemas complejos, sostiene Moulier-Boutang, depende del control del derecho de ruptura unilateral de la relación de trabajo, objeto permanente del conflicto entre capital y trabajo.
El resultado de este conflicto es el modelo liberal del trabajo: la venta de la fuerza de trabajo a cambio del "pago" de una cierta cantidad de dinero. El trabajador dependiente, jurídicamente libre, ya no es un objeto de la transacción, sino que es el sujeto contratante, se compromete a realizar la prestación durante un tiempo determinado. La lucha por su libertad se articula en dos terrenos: el del debilitamiento de la coerción salarial a favor de la constitución de un estatuto de semi-independencia; el de la gestión del tiempo de duración contrato, pero también del salario. Esta es la forma en que el trabajo asalariado se ha transmitido hasta hoy, después de la afirmación mundial de la revolución monetarista.
Moulier-Boutang mantiene que el mercado de trabajo tiene un único objetivo: el de controlar la movilidad del trabajo, del que las migraciones internacionales se presentan como el tipo-ideal. En su autonomía, de hecho, el fenómeno de la movilidad de la fuerza de trabajo internacional constituye hoy un mercado de trabajo paralelo al de la fuerza de trabajo "nacional", es decir, un mercado "exógeno". En toda Europa, así como en Estados Unidos, la fuerza de trabajo internacional está vinculada al permiso de residencia, al tristemente famoso contrato de trabajo. Los migrantes internacionales son hoy prisioneros de un residuo jurídico arcaico del que la fuerza de trabajo "nacional" se ha liberado en el curso del último siglo, ya desde el momento de introducción de los primeros elementos de Welfare State. La diferencia esencial entre las dos formas de contrato de trabajo radica en el derecho de los ciudadanos de romper el compromiso suscrito con el empresario. Este derecho, en cambio, no se le reconoce a los extranjeros. Es como si el derecho del trabajador asalariado tuviese como contrapartida la severa limitación de derecho de romper el contrato de trabajo por parte del inmigrado. ¿En qué consiste la relación de complementariedad entre estas dos fuerzas de trabajo y los respectivos mercados? Para Moulier-Boutang esta relación deriva de una exigencia sistémica: la de controlar el mercado de trabajo en el caso de flujos de fuerza de trabajo exógena (la cuota de inmigrantes necesaria para afrontar un racionamiento de la oferta en determinados sectores del mercado) o en el caso de los flujos endógenos (es decir, cuando la oferta de fuerza de trabajo excede la capacidad de empleo). Esta exigencia sistémica del mercado de trabajo se afirma a nivel mundial ya desde los primeros tiempos de la acumulación capitalista, dislocándose históricamente hasta el punto de condicionar directamente su curso, modificando ontológicamente sus principios constitutivos.
La caracterización típico-ideal de las migraciones internacionales hecha por Moulier-Boutang no responde a la voluntad de elegirlas como actrices privilegiadas de la acumulación capitalista. Es la movilidad de la fuerza de trabajo en general, la que es protagonista de tal acumulación. Lo que le interesa al capital es proteger al mercado de trabajo del peligro de fuga del trabajo dependiente, libre o no. Tal peligro es para Moulier-Boutang como el primum mobile de la creación del mercado de trabajo y, por tanto, de la competencia capitalista y de la acumulación en general. La tentación de enjaular la movilidad del trabajo se puede ver en la operación por parte del mercado de trabajo de limitarla a través del intercambio prestación de trabajo por dinero. De aquí se siguen las distintas inversiones sobre los derechos de la ciudadanía, es decir, aquellas reglas que han apuntado durante los "30 años gloriosos" (1945-1975) a la constitución de un régimen permanente del trabajo dependiente, en todo el hemisferio occidental del planeta. Esta operación es definida por Moulier-Boutang como "internalización" del mercado de trabajo, es decir, como la creación de un sistema que establece la duración indeterminada del trabajo y, por tanto, de aquel sistema de ciudadanía dirigido a la reproducción de las condiciones sociales por las cuales cada trabajador está garantizado, pero también es libre de romper la relación de trabajo; seguro de encontrar otro igual de digno. La revolución neo-liberal ocurrida en los treinta años siguientes, parece, en cambio, haber invertido la trayectoria de la internalización del mercado de trabajo hacía un camino contrario de externalización, es decir, de desmantelamiento de las garantías sistémicas de estabilidad del mercado de trabajo, hacia formas de control de la movilidad de la fuerza de trabajo más autoritarias y flexibles.
En el marco de este evento histórico, Moulier-Boutang descubre la existencia de un nuevo "continente", el del rechazo, de la insubordinación, de la fuga, del movimiento del éxodo de la relación de trabajo asalariado. Se trata, dicho de otro modo, del problema crucial afrontado a nivel mundial por todos los Estados-nación: el de fijar la fuerza de trabajo en un territorio, obligarla a trabajar y, por tanto, a participar en un proceso de acumulación capitalista, impedir su fuga desde la disciplina productivista y por tanto, del mercado de trabajo, fuera del cual no existe ningún tipo de ciudadanía, modelo, por tanto, de vida social. El descubrimiento de lo positivo de la fuga, del rechazo a prestarse a la cooperación social impuesta por el Capital, de modo no distinto de lo afirmado por Albert Hirschmann según el modelo exit/voice, implica una toma de postura a favor de una nueva constitución del trabajo y, por tanto, de una regla o conjunto de reglas capaces de generar la necesidad de una nueva cooperación social.
Roberto Ciccarelli